miércoles, 25 de noviembre de 2015

Más sobre el Tajo, frontera con Portugal


La visita al río Tajo también me inspiró este artículo, publicado en Diario de Ibiza:
Honrar a los muertos y cuidar de los vivosTambién puede leerse en el propio Diario (enlace al final).
En cualquier caso lo transcribo aquí, con algunas fotos intercaladas:


Luvia durante la travesía por el Tajo. Con la compañera,
la periodista María Gómez Bazo
Cuando el clima decide mostrarse hosco lo mejor es recogerse, subir al tejado, limpiarlo bien, desatascar desagües y fijar bien los trastos que puedan salir volando. Llenar la despensa y el tonel de vino, cerrar bien las contraventanas y encender la chimenea. Esto es o sería vida, pero ya se ha ido olvidando. Los primeros días de noviembre tenemos la visita al cementerio para honrar a nuestros muertos y a los de los vecinos y amigos. Para templar la nostalgia y la tristeza podemos ayudarnos de una cascada de piñones con algunos embates al sabroso vino tinto. O unas copitas de hierbas ibicencas hechas y maceradas en nuestra propia casa.
Ya puede comprarse turrón en algunos supermercados, chocolate, avellanas. Me anticipé un poco al espectáculo casi teatral (espero que no en registro de tragedia) de las lluvias y ventoleras de las Pitiusas. Hace tiempo que tengo una aventura interminable con el río Tajo (1.038 km, el más extenso de España). Lo he conocido en su nacimiento en los Montes Universales (digamos Teruel) en las planicies de Albarracín. Lo he disfrutado en su pacífica y lírica circunvalación de la ciudad imperial de Toledo (al menos dos veces). Después el Tajo se pierde en sus tímidos recovecos. No es caudal que te salga al paso, tienes que ir tu a por él. De nuevo lo reencontré en Cáceres, una imponente ciudad también Patrimonio de la Humanidad, como Ibiza. Hace al menos diez años disfruté de su gozosa llegada al Atlántico, hecho todo un coloso, casi un mar de agua dulce color de paja, que llaman Tejo en Lisboa.

Me faltaba una conexión que transitara entre España y Portugal, donde conforma un parque Natural Tajo Internacional, pues abarca a Portugal y a España. Desde Cedillo pude navegarlo durante una hora. Bajo un manto de lluvia persistente pero suave pude contemplar las piruetas inesperadas de distintos tipos de pájaros y de un paisaje maravilloso, sin los reflejos del sol. Me mojé, caminé, sufrí, disfruté. Y entonces pensé en Ibiza, donde nos han robado nuestras aguas dulces de Tanit. Como había mirado las previsiones mediante el satélite, sabía que la borrasca derivaría hacia el Mediterráneo. «Estas nubes cargadas van hacia Ibiza», pensé.
Ahora veo los efectos desastrosos sobre las costas de Talamanca y la ciudad. La tormenta apaciguada y doméstica que os mandé desde Portugal se ha convertido en una tormenta bronca que ha causado daños. Bien que lo siento, pero es el sino de Ibiza y de Formentera. 

En los roquedales anidan toda suerte de aves. La lluvia tamiza las
 luces y los reflejos. La barca usa energía eléctrica y apenas
 hace ruido para no molestar a los animales

Al menos en dos ocasiones al año, nos puede batir las murallas (de cemento al menos) desde Poniente y entonces destroza la bahía de San Antonio. O desde Levante y en tal caso barre de mala manera la parte de oriental de Ibiza, y el Sur, incluso toda la isla de Formentera. En vista de estas encrespadas furias que nos destrozan las costas quizás tendríamos que ir con prudencia a la hora de promocionarnos mucho en Londres. No sé, pero estos meses los tenemos que destinar a honrar a los muertos y a cuidar de los vivos. Recogidos y refugiados, porque nos lo hemos ganado. Al pairo y a repairo.
Las fotos que ilustran este artículo son por gentileza de nuestro amigo, el biólogo Antonio Gentil, un extremeño que vive y conoce Extremadura en todas sus facetas

domingo, 1 de noviembre de 2015

El fenicio escruta el Tajo de Albarracín a Lisboa

Foto extremadura.com




Soy un viejo amigo del río Tajo, esta maravilla corriente que adopta varios colores. Quizás fue en Toledo, con su color paja templando una atmósfera patrimonial que embelesa al viajero. Muchos años después nos volvimos a saludar en su desembocadura de Lisboa, donde adopta el nombre de Tejo.

Dicen del Tajo que es un río tímido porque rehuye el paso de las ciudades y se empotra en barrancos inescrutables difíciles de seguir a primera vista.
Es una corriente de agua tan extensa que hay tajos donde elegir, desde las charcas remansadas de su nacimiento en Albarracín hasta los tajos sangrantes donde batallan los gancheros para bajar corriente abajo los troncos aserrados en la montaña inaccesible por tierra...
Tirso de Molina conocía la interminable orografía  fluvial y le dedicó su atención precisa:

Niño en Cuenca,
en Toledo hombre,
en Lisboa viejo





Estos dos vídeos nos dan una idea aproximada de su alcance y de maravillosa biografía, que ha generado numerosas novelas, como la de J. L. Sampedro,  'El río que nos lleva' y otras varias.





Aranjuez, Toledo, Talavera, Cáceres son hitos inigualables en un río que que se sabe alcarreño, manchego, extremeño y portugués.
Con sus 1.038 km cruza Iberia para descansar en el océano Atlántico.
En ambos vídeos puede disfrutarse esta variedad de paisajes que bordea y a los cuales ha moldeado a lo largo de millones de años.

Acabo de visitar el Tajo cuando ya empieza a convertirse en mar, en la provincia de Cáceres, entrando ya en la frontera de Portugal. Al menos 4l metros de profundidad que acogen las especies propias del río y otros peces exóticos que se han introducido con aviesas intenciones, caso del siluro.

Recorrer el Tajo en Cedillo es un refinado placer solo destinado a la gente ávida de conocimientos sobre este caudal. Porque el Tajo no suele ponerse al alcance de cualquiera. Hay que sudar para ir en su busca. Cuando finalmente se accede a las riberas, una exuberante capa de vegetación hace las delicias del visitante. Numerosas especies de pájaros anidan y se cobijan en estas aguas abundantes, limpias, muy controladas en el Parque Natural del Tajo Internacional.

Tuve un aliciente especial: mi visita estuvo bien decorada por una capa incesante de fina lluvia otoñal que deja el aire transparente sin sombras ni reflejos molestos.
En mi mente enlazo la experiencia toledana (por dos veces, en distintas visitas) y aquellas agua generosas, aquí han adquirido una tonalidad turquesa, verde clara, un manantial de vida, un tesoro natural de la Humanidad.