miércoles, 1 de julio de 2015

Valle del Ambroz: Segura de Toro (Cáceres)

Mateo Simón, sobre el tronco y las raíces del castaño, canta a los árboles y explica a los sorprendidos visitantes la historia y los secretos de estos árboles milenarios
Montes de Tras la Sierra, Valle del Ambroz, Cáceres. Estamos rozando Salamanca.
Es un municipio peculiar, acogedor, desde el cual se sale para hacer la senda de los castaños de El Temblar, donde el cuerpo y el alma se reconcilian con la naturaleza, las aguas vivas y la vacas, que  nos siembran el camino con generoso abono. Si van las vacas, voy yo -me digo.



Tras el emotivo ritual de Mateo Simón con los árboles de la finca, uno sale impregnado del espíritu druida que animó a estos celtas primigenios...  >>
Ya de vuelta, se disfruta la primavera, una marea verde que anuncia los sabrosos frutos del otoño y una sinfonía de fondo de moscas, mosquitos y otros insectos. Casi al fondo, en el horizonte, se vislumbran las aguas contenidas del pantano o de la presa Gabriel y Galán.




No digo lo de celta como calificación gratuita, ya que en en efecto, las distintas excavaciones han ido sacando muestras arqueológicas de aquella civilización: los vetones. Incluso hoy los vetones celtas ornan el pueblo y sin ser exagerados le dan el nombre propio o topónimo: Segura de Toro.





Precisamente son los hermanos Guadalupe y Mateo Simón quienes nos acompañan en un fecundo recorrido por la villa. Conoce y ama su tierra. Cuenta con pasión el desenterramiento y trasporte del macizo toro de granito que ahora corona la plaza del ayuntamiento, a pesar de unas feroces cicatrices.
El escritor fenicio Mariano Planells se abraza a esta muestra imponente del arte celta de los vetones. Buscando la sombra, el amigo Martin

 ¿Qué le ocurrió al toro? En un tiempo pasado, los lugareños llegaron a creer que su interior albergaba un fabuloso secreto, un tesoro en oro y joyas de valor incalculable. Sin pensárselo mucho, lo perforaron con una barrena y un cartucho de dinamita hizo el resto. Tras la explosión solo quedaron las lamentaciones, hasta que alguien sugirió volver a pegar los trozos.




A unos pasos del toro granítico, se alzan indestructibles los restos del castillo de los templarios. Toda Extremadura es tierra en disputa permanente, país de fronteras, de guerras sin fin. Esta historia azarosa y de violencia se traduce en una importante profusión de castillos y fortalezas.
En este caso, la villa está construida casa a casa con proporción y a la medida humana, sin grandes estridencias ni edificios modernos que rompan la armonía.

(Las fotos son obra del biólogo Antonio Gentil)