martes, 29 de mayo de 2012

Don Benito-Villanueva: Los piques entre los serones y los calabazones






 Aunque las aguas parece que en las últimas semanas han vuelto a su cauce, lo cierto es que la tercera legislatura en la que coinciden el alcalde de Don Benito, Mariano Gallego; y el de Villanueva de la Serena, Miguel Ángel Gallardo, ha arrancado diametralmente opuesta a como lo hicieron las dos anteriores. Si en 2003 y en 2007 los dos mandatarios mostraron su deseo de resucitar el manido asunto de lafusión de las dos poblaciones, lo cierto es que ahora elcambio de ubicación del futuro hospital comarcal ha servido para que ambos ediles se hayan lanzado dardos envenenados, enrareciendo el clima entre ambas ciudades.
El hecho de que la Junta de Extremadura decidiera acercar más la ubicación del centro a Don Benito y alejarlo de Villanueva hizo reaccionar al alcalde de esta última, que no dudó en responsabilizar a su homólogo de «robarles el futuro a los villanovenses» al hacerle partícipe de esta decisión unilateral, según dijo.
Gallardo fue más allá, y acusó a Gallego de querer vengarse de su localidad. «Me indigna cuando dice que ha querido siempre a Villanueva. Ha sido el abrazo del oso, pues él la quiere para absorberla. No soporta que haya crecido más en estos últimos años y, sobre todo, que hayamos recuperado el orgullo como ciudad. Lo que quiere demostrar es que el que manda es él», afirmó el edil villanovense.
Unas afirmaciones en las que no quiso entrar al trapo Gallego, que sí le recordó, no obstante, a Gallardo que en su día Don Benito aceptó «democráticamente» la decisión adoptada por la anterior Junta de construir el hospital más cerca de Villanueva, y entonces no se llamó a ninguna movilización ciudadana. Una alusión clara a la concentración de protesta alentada desde el gobierno local villanovense, y que el pasado 9 de marzo echó a la calle a miles de ciudadanos.
Tras esa concentración, parece que la polémica del hospital se enfrió, hasta tal punto que el 17 de abril el alcalde de Don Benito hacía de anfitrión en un encuentro de bomberos celebrado en Feval, al que también acudió el regidor de Villanueva y que sirvió para firmar la paz. Allí, Gallego dio la bienvenida a su compañero, del que dijo que «al margen de una posible malinterpretación, lo cierto es que tanto él como yo tenemos una magnífica relación». El encuentro fue calificado de cordial por Gallardo, que también aseguro que ambas localidades estaban unidas «por el cordón umbilical de los servicios», como los bomberos.
Lo cierto es que este rifirrafe entre ambos alcaldes y posterior reconciliación no ha hecho sino escenificar la relación amor-odio existente entre Don Benito y Villanueva desde tiempos inmemoriales. Unos piques históricos que, por otro lado, son habituales entre muchas localidades cercanas españolas. Además, también es cierto que con los años las diferencias se van difuminando debido a los lazos laborales, afectivos o familiares que tienen muchos serones y calabazones.
Antonio Barrantes, estudioso de la historia de Villanueva, apunta que no sabría concretar el origen de esta vieja rivalidad entre estas dos ciudades de las Vegas Altas que, por otro lado, «no es nada anormal, pues diferencias entre dos ciudades próximas parejas en recursos y habitantes es algo que se repite con frecuencia en toda la geografía nacional».
Barrantes recuerda que durante la Primera República, en los años setenta del siglo XIX, surgió con fuerza el movimiento cantonal, que hacía de cada comarca o cada pueblo una especie de 'polis' griega. Este movimiento acentuó el concepto de pertenencia a una entidad local y a la vez potenció el celo a la limitación del término municipal y ver al vecino como enemigo inmediato. «No tengo constatado que la rivalidad Villanueva-Don Benito tenga en este hecho histórico sus raíces, pero sí que fue motivo de enemistad e incluso beligerancia entre algunas poblaciones españolas». Añade que las relaciones entre las distintas poblaciones y las fricciones que hayan podido darse «no son más que actos puntuales que engordan el libro anecdotario».
Entre ellas, rememora por ejemplo que ya a principios del siglo XX, cuando el famoso crimen de Inés María, también conocido como 'el crimen de Don Benito', «se culpó a un médico procedente de Villanueva sin pruebas fehacientes por el hecho de tener contactos con la familia afectada. En ese caso la proximidad a la familia y el hecho de proceder de Villanueva fueron argumentos suficientes entre el pueblo indignado para tener su chivo expiatorio». No obstante -puntualiza- «al final todo se aclaró y los culpables, caciques de Don Benito, fueron juzgados y condenados por ello».
Por encima de hechos puntuales, Barrantes opina que las relaciones entre ambas poblaciones son generalmente amistosas. De hecho, es muy común en la zona la existencia de matrimonios mixtos, que conforman el famoso dicho de 'Para matrimonio bonito, él de Villanueva y ella de Don Benito».
En cuestiones de amoríos, el cronista oficial de Don Benito, Diego Soto, reconoce que entre los dombenitenses «nunca sentó muy bien» el hecho de que los jóvenes de Villanueva tuviesen los domingos tanta facilidad para desplazarse a su ciudad. Y es que resulta que en la jornada dominical, en torno a las 6 de la tarde, pasaba el tren procedente de Madrid, que comunicaba ambas localidades. Por tanto, era habitual ver a los villanovenses la tarde de los domingos en los bailes de la ciudad vecina para ligar. Además, se veían de nuevo beneficiados a medianoche, pues pasaban dos trenes 'correo' para poder regresar con comodidad a su casa. Una circunstancia que provocaba el consiguiente 'mosqueo' de los calabazones, que para desplazarse hasta Villanueva se las tenían que apañar con la bicicleta o debían ir andando.
Diego Soto también recuerda que los dombenitense solían presumir antaño de «ser un pueblo más grande que Villanueva», de ahí que se acuñara el dicho: 'Del Arroyo del Campo para allá, hasta las liebres son más chicas'. Este arroyo era considerado como límite imaginario entre ambos pueblos. Tanto Barrantes como Soto rememoran otras anécdotas pintorescas circunscritas al aspecto deportivo. «Siendo yo niño, contaban que en una ocasión se apedreó el autobús del equipo rival en los alrededores del viejo campo de fútbol Santiago», señala Barrantes.
Soto, por su parte, apunta que en más de una ocasión se rompió algún paraguas en el campo del Don Benito al golpear a un villanovense, al tiempo que llegó a tener un amigo serón que antes de saber cómo había quedado su equipo, «preguntaba cómo había quedado el Don Benito, y si había perdido se quedaba tan contento». Una rivalidad, la futbolística, que aún perdura.
No obstante, en este ámbito y más recientemente, Barrantes recuerda una fuerte rivalidad entre las aficiones al baloncesto. Cuando el equipo villanovense del Doncel era referencia en la comarca, y además jugaban en él muchos dombenitenses, «afloró entre ambos clubs una rivalidad más que amistosa, que tuvo su punto álgido en una eliminatoria de ascenso llena de piques y triquiñuelas por parte de ambas directivas y aficiones».
Pese a todo, Barrantes apunta que «aunque a nivel de calle y en la dos poblaciones se hable del vecino con cierto desdén, no podemos extrapolar esto a la última realidad». Como admite, «encontrarse en Madrid o Barcelona con un calabazón conocido es para un serón encontrase con un paisano. De hecho, muchas amistades profundas entre ellos se forjaron en los tediosos años de la mili o de los duros de la emigración».