domingo, 12 de septiembre de 2010

Entrevista con el periodista Fernando García Morales

Admira la forma de escribir de Arturo Pérez-Reverte. Y no se corta a la hora de defender ciertas cosas del régimen de Franco: la Once, la Seguridad Social, los pantanos, los regadíos... Parece que lo suyo es repartir estopa a diestra y siniestra. 
-¿Dónde le hubiera gustado nacer de no haber nacido en Cáceres?
-La verdad es que estoy muy a gusto de haber nacido en Cáceres y ser descendiente, por parte paterna, de León, porque mi familia procede de los Picos de Europa, pegando ya a Asturias, de donde bajaban ganado aquí a Extremadura para el marqués de Mirabel. De hecho, mi abuelo administró trece dehesas del marqués de Mirabel. Por eso mi padre se crió en un coto, a catorce kilómetros de Navalmoral. Todos manejaban la escopeta, incluso mi abuela. Mi padre fue medalla nacional de caza. Cuando bajabas ganado tenías que ir prácticamente con un ejército por detrás para que no te robaran.
-La guerra civil le pilló siendo casi un niño. ¿Cuál es su peor recuerdo de aquellos años?
-El bombardeo de Cáceres, porque yo vi morir a la puerta de la iglesia de Santa María a mucha gente. Precisamente di una conferencia sobre este tema a los Rotarios. Yo estudiaba con don Ponciano, cerca de Ríos Verdes y con el bombardeo nos dijo: «Cada uno a su casa». Pero nosotros, con la curiosidad de niños, nos fuimos a Santa María porque salía mucho humo. Y vimos salir de allí a mucha gente a morir fuera. Hay una cosa que no se me olvida: el obispo de Cáceres, que era fray Francisco Barbado Viejo, dominico, vestido de blanco y lleno de sangre, dando la extremaunción a los que salían a morir fuera del templo. Esto se silenció porque Cáceres era entonces el Cuartel General de Franco. Y se dijo que no había pasado nada, pero sí había pasado. Dos bombas cayeron en las dos puertas de Santa María, desapareció parte del Palacio de Mayoralgo. El Gobierno Civil estaba en lo que es hoy la Diputación y del carabinero que hacía guardia allí, que era el padre de los Guíos, se encontró solo la gorra... Estaba la Virgen de la Montaña aquí y la iglesia hasta arriba. Toda la gente que estaba de las pilas de agua bendita para atrás, murió. La abuela de los Paniagua, que eran amigos míos, estaba arrodillada, sin cabeza. Eso lo he visto yo. En Cáceres se acabaron las maderas para hacer ataúdes. Aquello fue la debacle. El Palacio de Canilleros estaba habilitado para las Milicias Nacionales y al que estaba haciendo guardia una bomba le arrancó el brazo y se le quedó pegado a las bóvedas. Esto lo he visto yo.
-En su sección 'Ventana a la ciudad' llegó a firmar más de 3.000 columnas. ¿Escribía pensando en el futuro?
-Intentaba ser muy variado y muy ameno porque era una sección diaria. No te podías centrar en una sola cosa. Había que recoger tradiciones. Es curioso, porque en Cáceres las tradiciones se han perdido. En muchos casos nadie sabe quién era Gil Cordero, el vaquero que encontró la imagen de la Virgen de Guadalupe. Me interesaba rescatar asuntos para la memoria de los propios cacereños. Desde la expulsión de los judíos, con el último rabino, don Sayas Cohen, por ejemplo, hasta la vida o anécdotas de personajes populares.
-Ha escrito bastante sobre las 'casas de lenocinio' en Cáceres. ¿Usted legalizaría ahora la prostitución?
-Pues yo sí, porque la prostitución va unida a la forma de ser de las personas. Y la legalizaría por la sanidad. Porque las casas de lenocinio de entonces, aunque eran un gueto, en Cáceres todos los viernes tenían que ir las pupilas a ser reconocidas para no tener enfermedades contagiosas. Y si las tenían, las retiraban. Eso se hacía en el Instituto de Higiene. Y era un desfile permanente. Había 'madames' que conocían a todo Cáceres. La gente iba no solo porque fueran libidinosos, sino porque en la época de Franco a las 12 se cerraban los bares y allí se seguían dando copas, más caras, pero estaban abiertas toda la noche.
-Ha pregonado la Semana Santa cacereña, ¿pero se considera una persona religiosa?
-Soy una persona profundamente religiosa, pero no beato. Yo soy un liberal.
-Y tampoco es meapilas ¿no?
-Tampoco. Mi pregón de Semana Santa creo que fue original, se salió de lo habitual. Yo veía al obispo, que estaba a mi lado, muerto de risa. Conté anécdotas y cosas entretenidas. Claro, a los muy beatos no les gustó, las cosas claras. Pero al público en general creo que sí. Por ejemplo, narré una cosa muy curiosa sobre el perro de los Montalbán, que era de los dueños de un café y salía a la calle a morder a todo el mundo. Entonces un señor de aquí, Enrique 'el Manco', que le llamaban, cantó la siguiente saeta a la Virgen de la Soledad: «Virgen de la Soledad/ te lo pido de rodillas/ que al perro de Montalbán/ le eche el lazo Sabanilla». Sabanilla era el lacero municipal. La carcajada fue impresionante. Y di el pregón así porque creo que la Semana Santa no es solo darse golpes de pecho, sino vivirla como se vivía en aquel entonces. Para alegrarse de que nos había liberado Cristo. 
-Además de la edad, ¿qué envidia de los jóvenes de ahora?
-Pues no envidio. Me da pena que nosotros, que creamos una universidad para que ellos salieran formados, estamos formando jóvenes para que se vayan de la región porque no se crean puestos de trabajo. Y que estén engordando, por ejemplo, a Cataluña, al País Vasco, o se tengan que marchar al extranjero porque aquí no se crean puestos de trabajo. Y los partidos se meten unos con otros, pero no arreglan nada. O muy poco.
-En política le gustaría las listas abiertas, como en la República. ¿Cree que llegará a conocerlas?
-Tenemos que llegar a conocerlas por una razón: si esto sigue así, se hunde. Cuando Suárez y el Rey hacen la transición, se habló de listas abiertas, pero claro, 40 años sin partidos, pues se pensó que había que dar importancia a los partidos. Entonces acordaron que dos años estarían los partidos con listas cerradas y que luego las abrirían. Pero los partidos están tan a gusto, porque viven del presupuesto, y no las han abierto. Y en la República, por ejemplo, el alcalde Canales, que fue un buen alcalde, no sabía si le había votado más la derecha o la izquierda. 
-También es crítico con la financiación de los sindicatos y los partidos ¿no?
-Sin duda. No se pueden financiar así, porque los que mandan les hacen que digan lo que ellos quieren. No puede ser. Tiene que haber moderación. Los partidos y los sindicatos tenían que vivir de sus cuotas, como en la República, y autofinanciarse, porque el presupuesto nos lo estamos comiendo.
-¿Quién ha sido el mejor alcalde de Cáceres?
-Alfonso Díaz de Bustamante.
-¿Y el peor?
-Bueno... los ha habido muy malos. Pero no quisiera tampoco señalar...
-¿Y por qué considera el mejor a Díaz de Bustamante?
-Por una razón. Porque era un enamorado de Cáceres, casado con una cacereña, una Ulloa; se afincó tanto y le gustaba tanto Cáceres que era un 'abrepuertas' no sólo de España, sino con un prestigio enorme. Era un hombre que hablaba varios idiomas. Ir con él a Madrid a cualquier cosa era la demostración: decía su nombre y no es que él hiciera la gestión, pero llevaba a los que gestionaban. A Cáceres no le costó un duro limpiar la muralla ni reconstruir, por ejemplo, varios palacios, gracias a él. Quien nos metió para que fuésemos Patrimonio de la Humanidad fue él. Nos declararon la tercera ciudad mejor conservada de Europa... Como hizo la presa del Guadiloba e infinidad de cosas.
-Ha escrito sobre aquel Cáceres entrañable que tenía un borracho oficial llamado 'España', un guardia llamado 'El Bimba', un sereno llamado 'Galiche' y hasta un bendito de Dios llamado 'Nano'. ¿Quiénes son sus equivalentes en nuestros días?
-Cáceres ha crecido mucho. Ya no hay equivalentes ni a nivel nacional. La gente ya no se conoce tanto. ¿Sustitución de Nano? Pues qué sé yo... Zapatero, que es otro soñador, digo yo. 
-[Risas].
-Pero bueno, 'Nano' era una gran persona. Todos sabíamos que hablaba de la Virgen y de quien tú querías si le dabas un dinero. Hay muchos políticos actuales que le das un dinero y hablan de lo que tú quieras. O sea, que hay muchos 'Nanos' ahora.
-Con los políticos hay que llevarse bien, pero no excesivamente bien, ¿verdad?
-Con los políticos lo que hay es que pedir a Dios que los ilustre. Porque hay políticos, entendámonos, que no saben hacer la o con un canuto. Hay una cosa que se hizo muy mal. Y estoy en contra de eso: las 17 autonomías. Las 17 autonomías nos están sangrando. Por una razón: como se rompa la caja general de las pensiones, aquí cada uno se lleva lo suyo y Extremadura, que son las dos provincias más grandes, pero las más deshabitadas, ¿qué caso nos van a hacer en Madrid si lo que cuentan son los votos? Por mucho que haga el que nos gobierne. Eso se lo he dicho yo al presidente Fernández Vara en el Ateneo de Cáceres, del que soy cofundador, como tú bien sabes.
-¿Las tertulias de ahora en que se parecen a las de su época?
-En nada. La mejor tertulia que hubo aquí, que fue un ateneo encubierto, fue la tertulia literaria Alcántara, que la presidió don Miguel Ángel Orti Belmonte, un catedrático que luego marchó de Cáceres y que fue cronista oficial de la ciudad. El más joven era yo, que entonces era redactor jefe de la emisora. Pero yo de niño pertenecí al antiguo Ateneo de Cáceres, que estuvo donde está ahora la Cámara de Comercio. Aquél lo fundó don Publio Hurtado. Aquella gente consiguió cosas como la revista literaria 'Alcántara', cuyo primer director fue Tomás Martín Gil. Ahora en las tertulias se habla de cosas más banales: el botellón y cosas así. 
-¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
-Mejor y peor. Hemos llegado a tal estado de bienestar, que todas las civilizaciones que llegan a ese estado, luego 'pinchan'. Eso ha pasado siempre. Nosotros hemos llegado al máximo de bienestar. La juventud ya no se ocupa más que de emborracharse y drogarse.
-Pero ahora tenemos una juventud muy preparada, no todos se dedican a emborracharse...
-Sí, pero se van al extranjero o a Cataluña o al País Vasco. Yo lo que me resisto es a que en Extremadura hayamos quedado solo para espantar la caza a los ricos que vienen de otras regiones. Hemos quedado para «milana bonita, milana bonita». Para hacer el tonto, como describe tan bien Delibes en 'Los santos inocentes'. 
-Decía Bismark que «el periodista es un hombre que se ha equivocado de carrera». ¿Alguna vez ha tenido esa sensación?
-No. Tengo la sensación contraria. Mi padre, que era profesor de las Escuelas Normales [antiguo Magisterio] se empeñó que siguiera su carrera y estudié Magisterio, y di clases en un hospicio durante dos años, pero mi vocación era el periodismo: escrito o hablado. Me daba exactamente igual. Ahora hay un periodismo nuevo, colgando cosas en Internet, en el que no he querido entrar porque a mi edad hay que moverse, y como te sientes delante del ordenador no te levantas. [Risas].
-¿Cáceres y Badajoz han vivido de espaldas?
-Sí. Y siguen viviendo.
-¿Y por qué cree que es así?
-No lo sé, es que hubo una matización nacional al dividirnos. Badajoz lo incardinaron en Sevilla y Cáceres en Salamanca. Por ejemplo, en los distritos universitarios. Han sido siglos separados. 
-¿Para usted qué es más importante en la vida, la intuición o la experiencia?
-Es muy importante la experiencia. Con la intuición te puedes equivocar, la experiencia te da armas para saber lo que has debido hacer y que a lo mejor no has hecho.
-Le han homenajeado en varias ocasiones después de su jubilación: la Asociación de la Prensa, el Ateneo... ¿A lo mejor no es cierto eso de que nadie es profeta en su tierra?
-Yo no pretendo ser profeta. Yo pretendo servir a mi tierra; es lo que he pretendido siempre, no es más que eso. Ni he pretendido tampoco, si me homenajean, ponerme en contra. Por ejemplo, los periodistas tenemos prohibido hacer publicidad. Pero es que tampoco debemos pertenecer a partido ninguno, porque nos inclinaríamos a él. Tenemos que ser sin partido para poder criticar a derecha o izquierda. Hay otra cosa que yo no acabo de entender, y es que los 'partiditos' que tienen cuatro votantes sean los que gobiernen. No lo acabo de entender.
-¿Quién cree que ha hecho más daño a Extremadura, los viejos caciques o los burócratas?
-Los viejos caciques. A Extremadura en general la han subido mucha gente por intereses propios, por ejemplo, don Segismundo Moret, que creó el ferrocarril Madrid-Cáceres-Portugal porque era dueño de las minas de Aldea Moret. Este era un masón que se volcó en Cáceres, como lo era Roso de Luna, que se volcó, por las mismas razones, en la zona de Logrosán, que era su tierra. Estos produjeron beneficios. ¿Por qué? Porque se beneficiaron ellos. Pero a gran escala. Y los que no han hecho nada son los grandes propietarios, que estaban en Madrid y lo que sacaban de las dehesas de Extremadura las descapitalizaban porque lo invertían en altos hornos de Bilbao o en hilaturas de Cataluña. Hasta el punto que conocí a un cacique de Trujillo que le explicaba a un conocido que había tenido que ir a Madrid a parar un proyecto porque en Trujillo iban a poner dos hilaturas y eso haría que se le encarecieran las criadas...
-¿Los cazadores son los mejores ecologistas?
-Los cazadores, cazadores, sí. Los que no son buenos ecologistas son los ecologistas de despacho. A mi padre, que era un gran cazador, el disgusto más grande que se le podía dar era matar en veda algún bicho. 
-¿La risa y el humor son buenas medicinas para envejecer feliz?
-Sin duda. Lo que pasa es que el humor y la ironía no se da en gentes que no sean inteligentes, las cosas como son. 
 Entrevista realizada por Juan Domingo Fernández, en HOY

Foto de Salvador Guinea