jueves, 18 de abril de 2013

Las lluvias abrirán de nuevo los Ojos del Guadiana


Día 08/04/2013 - 09.00h

Los expertos calculan que en «dos o tres meses» el río volverá a manar de forma espontánea tras treinta años de sequía



M. CIEZA

Gregorio Díaz del Campo lleva sin dormir toda la semana. Y el río Azuer tiene la culpa. Las intensas precipitaciones de los últimos 40 días mantienen en vilo a Daimiel (Ciudad Real) por el desbordamiento de un río que desemboca en el cauce seco del Guadiana, a pocos metros delParque Nacional de las Tablas de Daimiel. Gregorio, edil de Medio Ambiente, explica que «no llueve a gusto de todos», pero se congratula de que la Mancha Húmeda despierte.
La señal de que algo está cambiando no radica en los desbordamientos de los ríos, ni en el desagüe de los embalses de la Confederación Hidrográfica del Guadiana; ni tan siquiera en que las Tablas de Daimiel hayan pasado de 680 hectáreas de agua encharcadas en septiembre de 2012 a las 2.020 actuales. El momento histórico podría llegar en «dos o tres meses», calcula Miguel Mejías, jefe del área de Infraestructura Hidrogeológica del Instituto Geológico y Minero de España (IGME). De momento, se trata de un «pequeño afloramiento» a unos centenares de metros de
donde hace casi treinta años comenzaba a renacer el río, en los conocidos Ojos del Guadiana. «Tiene apenas dos metros cuadrados, prácticamente un charco».
Mejías se desplazó hasta Daimiel para seguir la evolución de la mayor balsa de agua subterránea del centro peninsular, el acuífero 23, que hasta 1984 era la responsable del nacimiento del Guadiana a través de «surgencias» de aguas manantiales: «En todo este tiempo, no ha vuelto a resurgir agua en el cauce desde los Ojos hasta las Tablas».

Todo parecía perdido

La unidad hidrogeológica Mancha Occidental -conocida en la zona como acuífero 23- se extiende desde el este en Villarrobledo (Albacete) hasta el oeste en Malagón (Ciudad Real) a lo largo de 5.500 kilómetros cuadrados con una capacidad de 12.500 hectómetros cúbicos. Y es justo entre Daimiel y Villarrubia de los Ojos donde el nivel freático del acuífero supera la superficie, dando lugar a lo que la literatura denominó los «Ojos del Guadiana», a la altura del kilómetro 240 de la N-420.
La sobreexplotación agrícola y la extracción intensa para regadío erosionó de tal forma la Mancha Húmeda que el cauce del Guadiana se cuarteó y el acuífero descendió en 1995 hasta su nivel más bajo, a 40 metros de media. Más tarde fue el turno de Las Tablas. No fue hasta la autocombustión de sus turbas en 2009 cuando saltaron todas las alarmas. El parque, sin apenas encharcamientos,subsistía a base de sondeos y de aportaciones artificiales. Sin apenas agua, el subsuelo comenzó a arder. Cuando todo parecía perdido e incluso se pedía la descatalogación de Las Tablas como Reserva de la Biosfera, el cielo volvió a sofocar la mayor crisis del humedal manchego.
Mejías, que estudia el Alto Guadiana desde 1994, siempre albergó la «esperanza» de ver manar y correr el Guadiana por su antiguo cauce aún seco en su mayor parte. Desde 2009 hasta 2013, el acuífero ha incrementado el volumen de agua almacenada en 2.000 hectómetros cúbicos, con un ascenso medio de más de 15 metros.

Periodos más húmedos

Entre tanto, la esperanza de este experto del IGME cobró más fuerza cuando en diciembre de 2011 afloraron los primeros ojos junto al Molino de Zuacorta, aguas abajo. Era la primera señal de resurrección de un ecosistema único. Las abundantes lluvias de uno de los periodos más húmedos de la serie histórica, sumado a las medidas adoptadas por las administraciones públicas y a una mayor concienciación de los usuarios, han hecho posible que el acuífero haya recuperado niveles de 1983, cuando el manantial subterráneo todavía surgía, aunque ya alterado, con fuerza a unos kilómetros de las Tablas.
«Todavía falta por recuperar al menos cinco metros de media» el nivel regional del acuífero, advierte Mejías, para que el Guadiana despierte sus tradicionales ojos y vuelva a «manar, que no correr», en el antiguo cauce . Tal vez suceda en junio o en septiembre, como apunta Gregorio Díaz del Campo, concejal de Medio Ambiente de Daimiel, una vez que los más de 140 litros por m2, que han dejado las últimas lluvias, recarguen la zona a un ritmo de entre 8 y 10 centímetros a la semana.
Gregorio, de 51 años, no espera ver pescadores con carpas y lucios, como ocurría en los años 70, cuando era niño. Pero sí ansía, con anhelo, mostrar a sus hijos y nietos lo que hace treinta años era un misterio. Como lo será dentro de unos meses, cuando el agua abra los ojos a toda una generación que daba por perdido el humedal más fascinante y enigmático de la península.