martes, 7 de febrero de 2012

Una cerdada


07.02.12 - 00:06 - 



Los cerdos pasean mala fama por culpa de sus cochinadas. Sin embargo, hubo épocas en que nuestro cochino Ibérico, ese del que gustaban hasta los andares, estuvo elevado a la más alta gloria ganadera que cabría esperar de un puerco. Nada más excelso que un animal de bellota. Nadie como él sabía de dehesas y de bosque mediterráneo. Una raza única, decían, un producto simpar, un tesoro. Tanto, que se erigió en auténtica seña de identidad, marchamo y etiqueta, símbolo de esta tierra, de extremeños y extremeñas. Floreció el cochino. Proliferaron zahúrdas y naves cochineras. Chorizos, jamones, presa de entraña. Hubo quien ganó dinero y quien lo ganaba en otro sitio y lo colocaba en la cría de hermosos ejemplares y más hermosos perniles. Las autoridades aplaudían a ese sector que conseguía buenas campañas aumentando la producción ganadera, el producto interior bruto y la personalidad de esta Comunidad tan ligada -¡ay!- todavía al sector primario. Cada pueblo tenía su jornada del jamón a la que asistían -cómo no- las fuerzas representativas, incluidos políticos y directores generales. La administración, antes Junta, hoy Gobierno, apostaba por el singular animal, su genética y su crianza de raíces milenarias. En la Consejería de Agricultura era un mimado. Incluso mantenía un núcleo selecto de animales puros en el Centro de Selección y Reproducción Animal de Badajoz -lugar al que, por cierto, acudo cada mañana en mi calidad de funcionaria-, que iba aportando calidad y genética a la cabaña. El origen de tal piara se remonta a los años 40, aunque fue creciendo en los 60 y 70 con estirpes regionales de valor genético y se integró, a partir de los 80 como eje vertebral del esquema de selección de la raza y de la recién creada entonces, Asociación de Criadores en pureza (AECERIBER). Fue reserva de la raza cuando la peste africana acechaba en las dehesas. Fue referente cuando la moda trajo otros cerdos más rosas, más magros y -querían hacernos creer- más productivos. Ante la dificultad, el rebaño de animales selectos continuaba, aguardaba tiempos mejores protegido por las administraciones que iban sucediéndose. Un día, como si de una mala promoción inmobiliaria se tratara, el sector ibérico bajó a los infiernos arrastrando ganancias, ganado, jamones y ganaderos consigo. Y precisamente ahora, cuando el sector agoniza, el Gobierno, antes Junta, decide deshacerse del núcleo selecto de cerdo Ibérico. Sostenerlo es caro, dicen. Como si no fuera muchísimo más caro dejar morir a la raza y al sector. Como si no hubiera mil enredos más costosos y de menor calado -incluso dentro del sector ganadero- gravando las arcas regionales a donde no se acercan las tijeras. Porque hablamos de un coste anual de entre 15 a 20 mil euros -bastante menos de lo que sus señorías gastan en iPads-, de los que revierten, a través de subastas públicas, casi la misma cantidad. Y escribo de un producto que merece esfuerzo. El mantenimiento de una piara selecta a cargo de la Consejería de Agricultura no salvará al sector, que tiene además problemas de fraudes en los productos y de pureza racial en las explotaciones, pero, por lo menos, no daremos la impresión de estar sacudiéndonos obligaciones con la excusa -tan manida- de la crisis. Recortemos, sí, con cabeza y con razón. No hace falta cargarse algo tan inocente como el gorrino. Ellos, cuando hacen cerdadas, tienen al menos la excusa de haber nacido lechón.


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