Domingo , 30-05-10
«Nadie tenía fe en mí», dice Helga de Alvear. En un país de pocos coleccionistas como éste, sorprende que no se hayan rifado una colección como la suya, una de las mejores de arte contemporáneo de Europa. Todo lo contrario. Han sido muchas las negativas que se ha encontrado la galerista en el camino. Y eso que la cedía gratis. Su única condición, tener un edificio adecuado (una funda, como ella dice) para exhibirla. Se perdieron esta excepcional ocasión San Sebastián, Vigo, Granada... Acostumbrados a ver cómo nacen museos como setas por toda España, sin colecciones con que llenarlos, resulta extraño que dejaran escapar esta oportunidad. Pero ella no se rindió; tenía claro que debía quedarse en España: «Éste es mi país».
El más listo fue el ex presidente de la Junta extremeña Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Helga lo conoció en Mérida gracias a su amigo José María Viñuela. Unos minutos bastaron para que surgiera el feeling. Ibarra dijo que la colección se quedaría en Extremadura y así ha sido. «Se tiró a una piscina vacía; otros no tuvieron valor», afirma Helga. El próximo día 3 ve la luz en Cáceres el Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear, que acogerá 2.500 obras de los mejores artistas contemporáneos. Y lo hará por todo lo alto, con una fiesta a la que acudirá lo más granado del arte nacional e internacional, incluidos muchos artistas presentes en su colección. De momento, será una inauguración a medias. Se encargó a los arquitectos Tuñón y Mansilla la rehabilitación de una casa-palacio (la llamada Casa Grande) de 3.500 metros cuadrados en la calle Pizarro, cuyas obras se han prolongado cinco años, con un presupuesto de 9 millones de euros. En este espacio irán rotando los fondos de la colección Helga de Alvear. La puesta de largo será la muestra «Márgenes de silencio», un proyecto de Viñuela que incluye una selección de 115 obras y que se podrá ver hasta el 10 de enero de 2011.
Todo atado y bien atado
Una segunda fase prevé la construcción de un edificio anexo de nueva planta, de 10.000 metros cuadrados, para el que se contará con un presupuesto de 14 millones de euros. Se encargarán de las obras los mismos arquitectos. No hay fecha aún, pero se calcula que no esté terminado antes de dos años y medio. Será entonces cuando se pueda apreciar en todo su esplendor esta colección. En total, la inversión será de 23 millones, y se harán cargo de ella la Junta y la Universidad de Extremadura, la Diputación y el Ayuntamiento de Cáceres, y la Caja de Extremadura, miembros todos ellos de la Fundación. Helga lo tiene todo atado y bien atado gracias a sus abogados del bufete Uría y Menéndez. Si no se cumple lo estipulado en el contrato, advierte que se llevaría su colección: «Cuando esté terminado el nuevo edificio lo enviaré todo».
Una semana antes de la inauguración mantenemos un encuentro con Helga de Alvear en el nuevo centro. Está cansada por todo el ajetreo, pero se la ve feliz. «Es un regalo muy grande que me hace España, pero todo esto va a pertenecer a Cáceres», dice Helga mientras ejerce de cicerone de lujo por el centro. Quién mejor que ella para hablarnos de su colección. Cada obra tiene su historia y, a pesar de que son más de 30 años los que lleva coleccionando, las recuerda todas. Su acento y su fuerte carácter delatan su origen alemán (nació en Kirn en 1936), pero ella se siente cien por cien latina. Llegó en 1957 a nuestro país para aprender español y aquí se quedó por amor. Lleva 51 años casada con el arquitecto Jaime de Alvear. Dice con mucha tristeza que su marido no podrá acompañarla en la inauguración debido a su delicado estado de salud.
Coleccionista impulsiva
Es una coleccionista apasionada e impulsiva. «Coleccionar es mi único vicio», confiesa. No se colecciona, dice, con los oídos, sino con los ojos: «No me interesa quién vende una obra, ni el artista que la ha hecho, ni si es fotografía, óleo o escultura... La compro si me enamoro de ella». Ya se ha enamorado más de 2.500 veces. No ha vendido nunca ninguna obra de su colección: «Algunos galeristas compran obra para revenderla después, por pura especulación. Yo no». Le debe todo lo que sabe de arte a Juana Mordó, con quien trabajó muy estrechamente. Ha sido autodidacta: «Estudié Bachillerato e idiomas. A veces me he equivocado, pero he ido aprendiendo leyendo libros, revistas, biografías de artistas...»
Su primera compra, allá por 1967, fue un zóbel. Su precio: 50.000 pesetas. «Juana Mordó me dejó pagar 5.000 al mes. Por eso yo hago lo mismo con mis clientes». La última adquisición, hace poco, una pieza de Los Carpinteros expuesta en Ivorypress. El precio más alto que ha pagado nunca por una pieza es 350.000 euros. Fue por «Dame la cabeza de San Juan Bautista», una pieza histórica de Marlene Dumas. Al galerista Jay Joplin le compró una obra de Jeff Wall. Ahora quiere venderle una pieza de Doris Salcedo. «No le compraré nunca más», dice sacando su carácter teutón. Nunca ha comprado en subasta: «No me gusta entrar en ese mundo». Es tal su impulso comprador que, recién operada de cadera, se plantó con dos muletas en la galería Distrito Cuatro para comprar una pieza del Atelier van Lieshout, presente en la muestra. También pasamos ante una pieza de Juan Muñoz que compró en ARCO en el 87: «Juan me dijo que yo era su primera coleccionista española». Entre las obras preferidas de su colección, «El ídolo», de Paul McCarthy, con el que posa.
No soporta el arte decorativo, le gustan «los artistas comprometidos, que digan algo. Me tienen que hablar las obras». Cuelga en la muestra una obra que compró a la galerista parisina Denise René para convencerla de que volviese a ARCO. Durante el recorrido nos sigue contando anécdotas y contemplamos obras de Dan Flavin, Kapoor, Gursky, Tillmans, Spalletti, Rebecca Horn, Uslé, Mariko Mori, Jenny Holzer, Mona Hatoum, Araki, Tacita Dean, Whiteread, Rhoades, Schütte, Fiona Tan, Beuys, Warhol, Thomas Ruff, Bourgeois, Baldessari, Equipo Crónica, Ai Weiwei, Santiago Sierra...
Su mejor recompensa
En el lugar donde se construirá el nuevo edificio se ha instalado una carpa para la fiesta del día 3. En el centro se ha instalado un espectacular árbol de aluminio de Ugo Rondinone, que compró el año pasado en Frieze. Haber apostado por artistas que no conocía nadie y hoy son muy importantes es, para ella, su mejor recompensa: «Demuestra que lo he hecho bien».
Tiene tres hijas: María (compositora), Ana (organiza festivales de vídeo) y Patricia (en principio iba a ser su sucesora en la galería, pero se casó y su vida ha ido por otros caminos). Viendo los problemas que tienen otras coleccionistas de este país con sus vástagos, ¿han entendido sus hijas esta donación? «Sí. Les regalo una obra cuando me lo piden. A mi nieto, tras una operación, le regalé un polke». ¡Vaya chollo de abuela! Hemos visto ya parte de la Colección Helga de Alvear en exposiciones en Barcelona, Badajoz, Lisboa, Hamburgo... y el año pasado en ARCO, bajo el título «So What» (¿Y qué?), parafraseando a su amado Miles Davis.
No quiere que este centro sea un museo. «Hay muchos y se han convertido en kunsthalles. Los grandes museos quieren exponer a artistas jóvenes. Pero si eres mayor, por mucho que te operes, lo sigues siendo. El «Guernica» está bien donde está y punto». En cuanto a la polémica sobre ARCO, dice que «ha sido una de las diez mejores ferias del mundo, pero nos la hemos cargado nosotros. Ifema está viciada. Habría que buscar, como en Basilea y Frieze, un empresario que además sea sponsor. Si la feria depende de las instituciones, éstas siempre querrán intervenir».
Cáceres será visita obligada para los amantes del arte... y del bon vivre. Tuñón y Mansilla también han creado un Relais & Châteaux en el casco antiguo de la ciudad, que abrirán en otoño los dueños del restaurante Atrio.
ABC