domingo, 2 de mayo de 2010

Un Gibraltar extremeño: ¿Por qué Guadalupe pertenece a Toledo?


 
«¿Se imaginan que la Virgen del Pilar de Zaragoza perteneciera a
Cataluña? ¿O la de Montserrat a Aragón? Pues eso es precisamente lo
que ocurre en Extremadura con su patrona, una aberración histórica y
una anomalía pastoral». José Julián Barrigas, portavoz de la
asociación civil Guadalupex, sintetiza así «la incongruencia» de que
el Monasterio de Guadalupe, ubicado en la provincia de Cáceres,
pertenezca desde el siglo XIII a la archidiócesis de Toledo.

Se trata de «un anacronismo histórico que representa una afrenta para
los extremeños, porque ninguna otra comunidad autónoma toleraría que
su patrona perteneciera a una circunscripción distinta a su propio
territorio, lesionando así su dignidad como pueblo», analiza Barrigas;
«y esto no pasa en otro lugar de Europa».

Es el Gibraltar extremeño. Un problema no sólo de prestigio, también
de sentido común. Por eso, en los últimos meses se ha despertado un
movimiento ciudadano que exige a la jerarquía eclesiástica que el
Monasterio de Guadalupe y los 31 pueblos de Extremadura que están bajo
la jurisdicción eclesiástica toledana pasen a la tutela extremeña.

El primer paso de este colectivo fue reunirse con los tres obispos
extremeños (Francisco Cerro, de Coria-Cáceres; Amadeo Rodríguez, de
Plasencia; y Santiago García Aracil, de Mérida-Badajoz), junto con el
arzobispo-emérito de Mérida-Badajoz, Antonio Montero. Se les solicitó
una mayor implicación en este proceso de recuperación, «y están por la
labor porque también les ayudaría a ellos para su programa pastoral
conjunto», declara el portavoz de la asociación Guadalupex.

Luego, promovieron que el PSOE y el PP votaran a favor de dicha
iniciativa en el Parlamento extremeño. Incluso en la Casa de América
de Madrid, el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, hizo un
llamamiento a la comunidad iberoamericana: «Hace 104 años se decidió
que la Virgen de Guadalupe fuese la patrona de Extremadura y, desde
entonces, hemos mantenido nuestro corazón en Extremadura y la cabeza
en Toledo, y lo correcto es que tanto la cabeza como el corazón deban
de estar en el mismo cuerpo», conminó.

(...)

Consciente del clamor de sus propios fieles, el obispo de Plasencia,
Amadeo Rodríguez, declara que «los obispos extremeños no han dejado
jamás de activar el expediente presentado ante la Santa Sede». Añade
que «actualmente se está a la espera de que la Comisión encargada de
hacer un informe sobre la petición emita un dictamen, que sería el
paso previo a una decisión definitiva».

Para el sacerdote franciscano José Arenas Sabán, la resolución del
conflicto es difícil: «Una cosa es el romanticismo, porque a todos nos
gustaría que la patrona perteneciera oficialmente a Extremadura, y
otra es la realidad, porque no sólo es el traspaso del Monasterio,
sino también la organización eclesial de 31 pueblos y parroquias
extremeñas pertenecientes a Toledo».

El problema radica, según Sabán, en que «en estos momentos es
imposible que desde Extremadura se le puedan dar un servicio porque no
hay curas suficientes». «De hecho, aquí lo habitual es que un solo
sacerdote se ocupe de varias poblaciones a la vez, mientras que en la
Archidiócesis de Toledo hay dos o tres curas jóvenes recién ordenados
para cada localidad».

(...)

La lucha, por tanto, se prevé larga, «porque se trata de un campo, el
del poder eclesiástico de Toledo, lleno de minas», indica Barriga,
quien recuerda que fue en 1222 cuando el entonces arzobispo de Toledo,
Rodrigo Jiménez de Rada, un gran señor feudal, adquirió, mediante
compra, los derechos sobre los territorios orientales extremeños.
Terrenos que pertenecían al conde Alfonso Téllez, que, a su vez, los
poseía por razón de conquista a los musulmanes.

«Nada ha cambiado desde entonces, a pesar de que, no hace demasiado
tiempo estuvo a punto de firmarse el cambio, pero Antonio Cañizares,
al tomar posesión como nuevo prelado de Toledo, se echó atrás cuando
había dado el visto bueno su antecesor, Francisco Álvarez», recuerda
Barrigas. En su opinión, «siempre ha podido más la presión del clero
toledano, que tiene mucho poder dentro de la Iglesia y no quieren
perder la joya de la corona que significa tener bajo su poder a
Guadalupe, un gran centro mariano».

Para José Julián Barriga, el problema se sustenta en el oscurantismo
de la Iglesia: «Roma siempre ha expresado que mostrará su beneplácito
si ambas partes, es decir, los obispos toledanos y extremeños, se
ponen de acuerdo». En definitiva, la pugna por la joya de la corona
extremeña, Guadalupe, acaba de iniciarse después de mucho tiempo
aletargada. La impresión es que sólo se está escribiendo el primer
capítulo.

DAVID VIGARIO / Cáceres, El Mundo